CANTO A LA NATURALEZA
En un tupido bosque,
copado de árboles añejos,
encontró el hombre su hábitat,
cuando abrió los ojos al mundo;
eran árboles, arbustos, plantas y hierbas,
las que plantó la Naturaleza convertidas en paraíso.
Preservando fuentes de agua y
enriqueciendo el oxigeno
con el que convivimos hombres, animales
y la flora existente en la tierra.
Era un edén perfecto,
en el que vivían y festejaban con los humanos,
todas las especies de la fauna, en el Reino animal.
Pasando el tiempo, el hombre inmisericordemente
y sin visión a futuro, ha ido destruyendo
y contaminando su propio bienestar.
Los árboles vivos y sus raíces fuertes, son las venas,
por las que corre la savia que fortalece la vivificante
presencia del bosque,
las montañas y lugares privilegiados.
Esas raíces, son algo así como las venas del ser viviente,
por las que corre la sangre que hace palpitar el corazón
y la mente de quienes tenemos vida.
Al fallecer, automáticamente, cesa el vaivén de esa sangre
que como una mágica bomba hace palpitar el corazón.
Esas son las raíces de los árboles, las que vigorizan,
y le dan vida a la tierra misma.
Evitando así los desbordamientos de ríos,
derrumbes de montañas y;
tantas catástrofes que se producen
por la falta de árboles sobre la tierra.
Elevemos gloriosos un himno a la naturaleza, al árbol,
al bosque en su conjunto
y a todo aquello que vivifica y nos prolonga nuestra
existencia.
A todos los que nos alimentamos del aire y del agua,
productores del
alimento que tonifica el espíritu y el cuerpo.
Elsa Ramírez
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