Por: Elsa Ramírez
El sabor
de la pobreza, no solo se manifiesta en las ciudades grandes, también en el
área rural, en la llamada gente de tierra adentro, campesinos, labradores y
artesanos de esas regiones del país sufren terriblemente los zarpazos de la
calamidad doméstica, sobre todo cuando carecen de tierra propia para poder
cultivarla.
El Sabor
de la Pobreza se transforma en un gusto
como a hiel, es amarga, repelente, a veces hasta asfixiante, pero para que el
mundo sea mundo, definitivamente, desde tiempos inmemorables tiene que ser así;
los pobres siempre han existido y probablemente existirán hasta la consumación
de los siglos y de los siglos, ya que si analizamos la realidad del mundo, éste
tiene que tener sus variables y aquí podemos hacer la pregunta obligada, ¿si
todos fuéramos ricos o viceversa pobres, quién haría los trabajos de quién?,
¿quién serviría a quién?, la verdad es que tienen que existir forzosamente las
diferencias sociales.
Por
supuesto, que de todo da la Viña del
Señor, ya que hay seres que vienen al mundo, para convertirse en parásitos ó
incordios de la sociedad en que vegetan, sujetos o individuos alérgicos al trabajo, lo
que los obliga a delinquir, a veces a muy temprana edad y en numerosos casos
hasta con la complacencia de sus padres y la complicidad de algunos vecinos que
se unen en pandillas para causar daño a la gente honrada y honesta, que sí suda
la gota gorda para sobrevivir decorosamente.
Otro sitio
desgarrador donde El Sabor de la Pobreza se siente y hasta se escucha con
gritos de angustia y desesperación, es precisamente en los botaderos de basura
o crematorios municipales, en donde niños, adolescentes, adultos y hasta
ancianos, se les ve en feroces contiendas con los perros, cerdos, zopilotes y
otras aves de rapiña disputándose la carroña y todas las suciedades de un pueblo, que son
depositadas en esos lugares alejados del centro, justamente para evitar la
contaminación y proliferación de animales dañinos como las ratas, las
cucarachas y las moscas. Las escenas que allí se dramatizan, parecen extraídas de
la obra mundialmente conocida de Dante Alighieri “La Divina Comedia”, en la que
se hacen los relatos más espeluznantes y siniestros que el cerebro humano puede
concebir.
También arrancan
lágrimas de dolor, tristeza y amargura, cuando vemos a pequeñas creaturas, de
apenas dos o tres años, implorando una moneda o un mendrugo para poder
alimentar en las propias calles citadinas a sus progenitoras que con cinco,
seis y hasta ocho hijos, deambulan por estas arterias implorando la caridad
pública, porque quien las hizo madres, las abandonó en la primera entrada y
siguieron probando suerte y continuaron con esos eslabones hasta procrear
enormes familias sin contar con el respaldo de quien, o quienes las hicieron
madres.
El Estado,
es indiferente y le vale un comino la suerte de estos, que también son seres
humanos y cuyo porvenir es incierto, porque o mueren víctimas de crueles
enfermedades adquiridas en la calle por la falta de higiene o son víctimas de
otros de similar actividad, de mayor edad, cuya competencia les estorba.
Realmente
hay pobreza al por mayor, por donde quiera que uno anda y ésta ha traído como
consecuencia, una mayor proliferación de delincuencia.
El Sabor
de la Pobreza, parece no encontrar la ruta adecuada para aminorar su presencia,
en los barrios, cinturones de miseria, o favelas como se les llama en algunos
países del cono sur de esta América India, en la que medio aprendimos a hablar
el Castellano, pero sí a adorar a Jesucristo porque Él está en todas partes,
aun crucificado por la indolencia de una humanidad cruel, que lo arrastró hasta
El Gólgota para sacrificarlo, en medio de un suplicio inconmensurable, que
nadie ha sufrido, como el Hijo del Creador del Universo.
El Sabor
de la Pobreza, se siente incluso en los momentos en que un encargado de
impartir justicia, para hacerlo mide la calidad humana de que está revestido el
acusado, por lo que no es remoto leer y escuchar que en muchas cárceles del
mundo hay hombres y mujeres detenidos, purgando una condena porque robaron una
gallina o un pan de repostería, para saciar su hambre.
Instituciones
establecidas con fines filantrópicos, están haciendo su trabajo y aunque
siempre en las mismas se filtran los farsantes, los demagogos y los
oportunistas, se espera que en algún momento se vea la luz al final del túnel y
el horizonte se presente con mejores perspectivas para todo ese enorme segmento
de la población mundial, que con rigor, pánico y miedo en grado extremo, aun
sigue creyendo que no hay nada para ellos, ni siquiera los sobrantes o migajas
de quienes disfrutan por el otro lado de la bonanza, la riqueza y las mieles
del poder.
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