Monumento erigido en memoria de las víctimas del fatal accidente de Tan-SAHSA, ocurrido el 21 de octubre de 1989, a pocos minutos para aterrizar en el aeropuerto de Toncontín.
Transcurrida media centuria, cuando en julio de 1965, se escenificó una de las tragedias más dolorosas que la historia de registro de Honduras, protagonizada específicamente en su inmensa mayoría, por los niños integrantes del mundialmente famoso "Ballet Tico" de Costa Rica, accidente que tuvo lugar en el sitio indicado El Chinchayote, ubicado entre las comunidades de Choluteca y San Marcos de Colón, Zona Sur de nuestro país, en el que perecieron treinta y tres personas, en su mayoría, repetimos, ballet de niños del afamado, que con su participación venían a colaborar con los infantes de nuestro país, en esa época eran víctimas de una dolorosa epidemia de poliomielitis y para combatir la misma se necesitaba mucho dinero, incluso de la ayuda internacional, habiendo sido Costa Rica uno de los primeros países que dijo presente enviando esta delegación artística que marcó uno de los episodios más tristes en la región centroamericana, y el cual conmovió mucho más a la población, cuando en ataúdes fueron trasladados a Tegucigalpa y colocados los mismos al pie de la fachada del centenario Teatro Nacional Manuel Bonilla que precisamente en este año está cumpliendo su primer siglo de existencia.
Veinticuatro años después, nuevamente la población centroamericana se estremecía, con uno de los siniestros más espantosos, ya que un avión de la compañía de transporte aéreo conocido como Servicio Aéreo de Honduras, S.A, por sus siglas SAHSA, sucumbió a pocos minutos de llegar a su destino, el aeropuerto de Toncontín, en el lugar indicado Las Mesitas, en la jurisdicción de Santa Ana, muy cerca de Ojojona y del Cerro de Hula en el departamento de Francisco Morazán.
La tragedia en referencia se escenificó el 21 de octubre de 1989, en la que murieron altas personalidades de los diferentes países del área, en su mayoría hondureños que venían de Costa Rica y Nicaragua, para ser un total de ciento treinta y una victimas, en cuya memoria en el caserío aludido considera un monumento artístico el cual es custodiado permanentemente por veintisiete ángeles de mármol y una enorme placa de hierro en la que se registran los nombres de los fallecidos.
Para llegar a este lugar, con seguridad protegida por las autoridades de la región, hay que subir una escalinata de ciento cinco gradas con diecisiete descansos, presentando al final el monumento en referencia que consagra la vida de los nombres de estas en su inmensa mayoría honorables y distinguidas personalidades centroamericanas.
Con esta tragedia aérea, se le puso punto final a la aviación civil comercial de nuestro país, pues la línea aérea conocida también como TAN-SAHSA, era la más grande con capital netamente hondureño y por supuesto socios de la misma nacionalidad, quienes, frente al siniestro, prácticamente perdieron todas las acciones dentro de la referida empresa.
En el caso que comentamos, hay un detalle bien importante, pues se supo, que pasado el accidente, lograron salvar sus vidas el piloto y el copiloto de la aeronave, cuya suerte desconocemos, pues consultamos las fuentes más autorizadas para hablarnos del tema y no posiblemente identificados, posiblemente por razones de seguridad a los aludidos capitanes de esta nave aérea; incluso, se sabe que el total de personas que viajaban era de 146, por lo que no solo el piloto y el copiloto se salvaron, sino que diecisiete personas más.
Antes, a inicios de la década de los años treinta del pasado siglo se había constituido en Honduras la llamada empresa aérea Transportes Aéreos Centroamericanos, por sus iniciales TACA, la que también, durante los últimos días de funcionamiento en nuestro país fue objeto de continuos accidentes , por lo que fracasó, y con el tiempo la república de El Salvador obtuvo el membrete de TACA, recuperando así el nombre de una de las primeras empresas del aire establecido en Centroamérica.
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