Elsa
de Ramírez
En tiempos prehistóricos,
nuestros cavernícolas abuelos se alimentaban generalmente de la caza, consumiendo
sus alimentos sin cocimiento alguno, pues no conocían el fuego.
“Después del descubrimiento
del fuego que ha sido a lo largo de toda nuestra historia humana, uno de los
más grandes hallazgos que el hombre ha hecho en la vida sobre la faz de la
tierra, se cree que el primer método de encendido fue frotando una punta de
palo seco sobre un mismo punto de una madera seca”.
Luego, practicaron la técnica
del soasado donde descubrieron que el sabor era mucho mejor y fue así como mejoraron
su dieta alimenticia, encontrando posteriormente en los mares la sal que,
contribuyó enormemente a realzar el sabor de sus alimentos.
Después
descubrieron la variedad de árboles frutales y combinaron estos manjares, hasta
con los productos que los ríos y los mares les daban y fue así como comenzó la
era de la mejor cocina, hasta llegar a nuestros días, en que el hombre comenzó
a cosechar sus propios frutos, arando la tierra de la cual brotó el trigo, el
maíz y cuantos más indispensables alimentos que hacen de la cocina de hoy día
las delicias al paladar.
Pero, para alimentarse mejor,
el hombre mismo ha ido descubriendo que algunos de estos alimentos les estaban
provocando indigestiones, obesidad y otros males que atentaban directamente
contra su salud, por lo que la ciencia entró en acción y ahora, en las
principales universidades del mundo, existen áreas de nutrición y dietética,
con lo cual se ha llegado hasta el momento de encontrar en lo que digerimos,
todos los ingredientes alimenticios y menos dañinos para una mejor salud.
Sin embargo, con el
crecimiento demográfico y la situación actual que vivimos relacionado con la
pandemia del coronavirus, se comienzan a presentar pronósticos de catastróficas
consecuencias, apocalípticas, diría yo, como en el caso de nuestra querida
Honduras, en la que desde ya se vaticinan terroríficas consecuencias de escasez
alimentaria porque nuestro territorio se habrá convertido en un desierto, dada
la inmisericorde tala del bosque a lo que hay que sumar los devastadores
incendios forestales, que año con año devoran enormes hectáreas de nuestra
naturaleza, en la que no solo se van árboles, sino que también, la fauna cobra
enorme cantidad de víctimas, pues todos los animales del bosque están
desapareciendo. Este último aspecto, debemos considerarlo con la mayor atención
posible, porque son nuestros hijos y nietos quienes sufrirán las consecuencias
de esta situación catastrófica que desde ya se anuncia.
En consecuencia, mientras
podamos alimentarnos bien, hagámoslo de la mejor manera, utilizando para ello
toda la metodología que la ciencia pone a nuestro alcance, para que hagamos uso
de los mariscos, de las aves, incluso de las carnes rojas y sobre todo de las
frutas, verduras, legumbres y los lácteos que constituyen el alimento ideal
para una mejor salud.
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