Por
Elsa de Ramírez
Independientemente del
altísimo honor de alternar con relevantes figuras de la intelectualidad nacional
e internacional que colaboran con este prestigiado diario, es de gran
satisfacción poder compartir mis experiencias en este apasionante tema en la
historia de la salud, por cuanto al ritmo en que camina este cruel y devastador
coronavirus, la humanidad entera tiene que integrar una gran cadena de ideas y
acciones, para frenar en parte su expansión.
Por ejemplo, en Honduras, en
la primera mitad del siglo pasado, la tuberculosis, flageló con su presencia a
una gran cantidad de nuestra población, que, por entonces, por lo menos en este
lado del continente se consideraba como una “peste contagiosa” e incurable. No
fue sino a partir de 1950 cuando nació lo que en su momento se llamó Sanatorio
Nacional, hoy Instituto Nacional Cardiopulmonar, el que, debidamente equipado y
con personal altamente calificado, inició sus operaciones en Tegucigalpa, dando
excelentes resultados, porque la “bendita” peste o epidemia, fue controlada.
Años después, nuestro país,
también, sufrió los mortales embates de la tristemente célebre poliomielitis,
misma que, hizo estragos entre la población infantil de nuestro país, de tal
forma, que, a estas alturas, son muchas las personas con discapacidad e
invalidez, víctimas de aquella otra pandemia que también afectó otras regiones
del planeta.
Actualmente, el dengue ha
asomado sus garras destructivas y como consecuencia lógica, terminando con
preciosas vidas, de todas las edades, a tal extremo que, hasta el momento,
según las autoridades sanitarias de Honduras, se contabilizan cerca de 20mil
casos, diseminados por supuesto, en los dieciocho departamentos de la
república.
A esta grave situación se ha
unido esta pandemia enlutando el mundo entero, con sus desgarradoras
consecuencias, que nos tiene manos arriba, fundamentalmente, los residentes en
América, considerando esta porción de tierra como Estados Unidos de América,
México, Centroamérica, América del Sur y ese gigante que es Brasil, sin excluir
a países caribeños como Cuba, República Dominicana, Haití y otras islas menores;
angustiosa situación que repetimos, ni la OMS/OPS han podido controlar, hasta
el momento, pese a que los grandes laboratorios científicos de Europa, Asia y
América están haciendo hasta lo imposible por encontrar el antídoto o la vacuna
para aminorar su contagio.
La contribución de Honduras en
esta problemática mundial, se ha dejado ver y escuchar a través de dos métodos
científicos, que parece han dado algunos resultados altamente beneficiosos como
es el llamado “MAIZ” y “CATRACHO” elementos descubiertos por ilustres
compatriotas y cuya fórmula está siendo fortalecida e incluida en el rol de los
medicamentos con que otros países están probando y comprobando la eficacia de
otros análisis, por lo que, a pesar de los millones de afectados y los miles de
fallecidos, existe la esperanza de que en un futuro próximo se habrá controlado
esta mortal enfermedad.
Al redactar estas líneas, no
podemos descartar por nada del mundo, la presencia de otras enfermedades como
la diabetes, el cáncer, la sífilis, el SIDA, los desórdenes mentales, el
alcoholismo y la drogadicción al igual que los accidentes cerebro-vasculares y
las cardiopatías entre otras. Patologías contra las cuales la ciencia médica
todavía no encuentra la fórmula mágica para su extinción.
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