Por
Elsa de Ramírez
Los libros “Calendas
I al V” contienen un torrente de anécdotas cortas, costumbrismos, historietas y
leyendas que constituyen todo un cúmulo de sucesos de la vida real en Honduras
y otros lugares de la tierra, acumuladas en el curso de una vida que ya
traspasó los ochenta años y que afortunadamente con un poco de
imaginación y el apoyo invalorable de la lectura permanente, logró
traspasar los umbrales del anonimato, para figurar modestamente en el círculo
de las mujeres y los hombres que escriben para el público en este país.
Hablamos del periodista y escritor Mario Hernán Ramírez con 14 obras de su
autoría, hasta el momento.
Cuenta el escritor
Ramírez que, en cierta ocasión, Juan Ramón Ardón, le dijo: “…Escucha Mario, escribí,
aunque sea un libro, no basta llenar páginas enteras en los diarios. Hay que
inmortalizar su nombre, escribiendo algo que estará ahí, permanentemente, todo
el tiempo para quien desee leerlo, o simplemente hojearlo. Hazlo”. Es al destacado
profesor y periodista Ardón a quien Mario Hernán agradeció su consejo, ya que
siempre andaba con él para arriba y para abajo, recordándole: “Hay que dejar un
hijo, plantar un árbol o escribir un libro…”
A continuación,
compartimos con nuestros amables lectores, de Calendas I, primera edición.
Febrero, 1990, La historia del pescado rojo.
“…Dos buenos amigos
pasaban por uno de esos momentos difíciles por los que atravesamos la mayoría
de las personas en determinado momento de nuestras vidas, decidieron, para
sobrevivir al acoso de los múltiples problemas, sobre todo de carácter
numismático, viajar a las comunidades del vasto y ubérrimo departamento de
Olancho, en donde todavía se puede vender muchas cosas que, en otras plazas de
la república, están conjuradas.
Estos buenos
amigos, uno de ellos vinculado estrechamente a nuestra familia, decidieron
comprar algunos pescados blancos, de río, para revenderlos en algunas comunidades
del departamento de Olancho y así, obtener alguna ganancia.
Pero cual no sería
su decepción, al paso de las horas, en que los lugareños casi no gustaban de
comer pescado blanco, situación que les era expuesta a cada rato en todas las
casas hacia donde llegaban con su “negocio”. Ante el paso del tiempo y con el
peligro que la “mercancía” se les arruinara y sin esperanzas de encontrar
cliente alguno, decidieron utilizar una estrategia, que al final les dio
excelentes resultados.
Visitaron por ahí,
una botica, en la que compraron unas bolsitas de anilina roja (colorante rojo
vegetal), con la que tiñeron el hocico de los pescados que nadie quería comprar
y regresaron al centro del pueblo, ya con el pescado rojo, a la carga.
Vaya usted a creer
que, a la hora y quince minutos, todo el producto se había vendido y todavía
había parroquianos que preguntaban si no había más pescado rojo.
Lo demás de esta
historia, de la vida real, usted se lo tiene que imaginar, pues mi estimado
pariente y su acompañante nunca más volvieron a Santa María del Real y lugares
adyacentes, hace ya más de 50 años.”
Hay un refrán muy
popular entre los hondureños que reza de la siguiente forma: "más medita
un hambriento que cien letrados..."
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