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Reflexiones de Isabel Allende en tiempo de pandemia


Por Elsa de Ramírez

Antes de su fallecimiento, recibimos la visita en nuestro hogar del inolvidable amigo don Mario Mencía Gamero (QDDG). En esa oportunidad colocó en mis manos la novela “El bosque de los Pigmeos”, autoría de la escritora chilena Isabel Allende publicado en México en enero de 2006, donde la intelectual expresa: “Siempre mostré mi compromiso por la defensa del bosque. No en vano fundé, junto con otras personalidades chilenas, el grupo ecologista “Defensores del Bosque Chileno”. En todas mis novelas, y en especial en esta trilogía, se repite un componente ético y de respeto a la naturaleza y sus pobladores…”

Isabel Allende (1942), de nacionalidad chilena, nació en Lima, Perú. Ha trabajado infatigablemente como periodista y escritora desde los diecisiete años. La casa de los espíritus (1982) la situó en la cúspide de los narradores latinoamericanos e inauguró una brillante trayectoria literaria que, con los años, no ha dejado de acrecentar su prestigio. Entre sus obras, cabe mencionar: Eva Luna, Cuentos de Eva Luna, El plan infinito, De amor y de sombra, Paula, Hija de la fortuna, Retrato en sepia, y la trilogía La Ciudad de las Bestias, El Reino del Dragón de Oro y el Bosque de los Pigmeos.

De igual forma recibí vía wasap desde San José, Costa Rica otro mensaje de mi recordado tío materno don Hernando Hernández Herrera contentivo de las reflexiones de Isabel Allende en tiempo de pandemia, las que compartimos con nuestros dilectos lectores:

“Encerrada en su casa junto a su marido y dos perros, la escritora chilena vive en Estados Unidos desde hace 30 años. Consultada por el principal miedo que conlleva el virus, * que es la muerte *, la escritora contó que desde que murió su hija Paula, hace 27 años, perdió el miedo para siempre: Primero, porque la vi morir en mis brazos, y me di cuenta de que la muerte es como el nacimiento, es una transición, un umbral, y le perdí el miedo en lo personal. Ahora, si me agarra el virus, pertenezco a la población más vulnerable, la gente mayor, tengo 77 años y sé que si me contagio voy a morir.

Lo que la pandemia me ha enseñado es un soltar cosas, una cuenta de lo poco que necesito. No necesito comprar, no necesito más ropa, no necesito ir a ninguna parte, ni viajar. Me parece que tengo demasiado. Veo a mi alrededor y yo digo para qué todo esto. Para qué necesito más de dos platos. 

Después, darme cuenta de quiénes son los verdaderos amigos y la gente con la que quiero estar.

¿Qué crees que la pandemia nos enseña a todos? …Nos está mostrando una realidad. La realidad de la desigualdad. De cómo unas personas pasan la pandemia en un yate en el Caribe, y otra gente está pasando el hambre.

También nos ha enseñado que somos una sola familia. Lo que le pasa a un ser humano en Wuhan, le pasa al planeta, nos pasa a todos. No hay esta idea tribal de que estamos separados del grupo y podemos defender al grupo mientras que el resto de la gente se friega. No hay murallas, no hay paredes que puedan separar a la gente.

Los creadores, los artistas, los científicos, todos los jóvenes, muchas mujeres, se están planteando una nueva normalidad. No quieren volver a lo que era normal. Se están planteando qué mundo queremos. Esa es la pregunta más importante de este momento. Ese sueño de un mundo diferente: para allá tenemos que ir.

Y reflexiono: Me di cuenta en algún momento de que uno viene al mundo a perderlo todo. Mientras más uno vive, más pierde. Vas perdiendo primero a tus padres, una gente a veces muy querida a tu alrededor, tus mascotas, los lugares y tus propias facultades también. No se puede vivir con temor, porque hace imaginar lo que todavía no ha pasado y sufre el doble. Hay que relajarse un poco, tratar de gozar lo que tenemos y vivir en el presente ". 

En este confuso momento en que la humanidad entera se encuentra inmersa en un problema que, a todos aflige, he considerado oportuno y hasta necesario distraer a nuestros amigos, a través de estas líneas, para sacudir un poco esa tristeza infinita que nos retrata de cuerpo entero, tal como somos. Pasajeros sin número en este mundo.

“La muerte no existe, la gente sólo muere cuando la olvidan; si puedes recordarme, siempre estaré contigo.” Isabel Allende.

 

 


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