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No me estoy volviendo viejo…

 

Caminante hondureño se dirige San Antonio del Norte, Cortés. Foto Elsa de  Ramírez


Por Elsa de Ramírez

El dramaturgo, poeta y novelista francés Víctor Hugo (Besançon,1802 - París, Francia -1885), considerado el máximo exponente del Romanticismo en su país.  Demostró desde muy temprano su vocación literaria y cuando cumple 14 años de edad exclamó “Quiero ser Chateaubriand o nada”.

A los quince, después de ejercitarse en el verso, participa en un concurso anual de literatura que organiza la Academia Francesa; según dice, su trabajo merecía el premio, pero cuando el jurado vio que el concursante declara tener quince años, pensaron que era un engaño y decidieron concederle solamente una mención de honor. De nada sirvió que Hugo presentara su partida de nacimiento; el jurado no revocó su fallo. Incidente que no perjudicó su carrera literaria, más bien la favoreció, porque su padre, que hasta entonces tenía decidido que su hijo hiciera carrera militar, herido en su amor propio fomentó la vocación literaria de Víctor. Un par de años más tarde, éste obtuvo el premio en los célebres Juegos Florales de Tolosa por su poema Moisés sobre el Nilo. Luego le premiaron otras dos composiciones: la estatua de Enrique IV y La Virgen de Verdún.

A los 17 años junto a su hermano Abel, funda una revista que se llama El Conservador Literario, inspirada en otra que había fundado su ídolo Chateaubriand.

Tiempo después concibió su novela Los miserables y compuso numerosos poemas que aparecieron posteriormente.

Cuando Napoleón III se sienta en el trono imperial, Víctor Hugo se manifiesta enemigo del dictador, a quien llama con profundo desdén “Napoleón el pequeño”. Debido a esta animadversión el escritor tuvo que salir del país hacia Bruselas (1851 a 1870). Ahí escribió Los castigos, brillante sarta de poesías satíricas; la trilogía de El fin de Satán, Dios y La leyenda de los siglos, ejemplo de poesía filosófica en la que traza el camino de la humanidad hacia la verdad y el bien desde la época bíblica hasta su tiempo; y su novela Los miserables, denuncia de la situación de las clases más humildes.

De este genial pensador francés, autor de numerosas obras de imperecedero valor para la humanidad, Víctor Hugo, entre sus portentosas inspiraciones compartimos con nuestros amables lectores la siguiente:

¿Me estoy poniendo viejo?

– Te estás volviendo viejo -me dijeron-, has dejado de ser tú, te estás volviendo amargado y solitario.

No, respondí; no me estoy volviendo viejo, me estoy volviendo sabio.

He dejado de ser lo que a otros agrada para convertirme en lo que a mí me agrada ser, he dejado de buscar la aceptación de los demás para aceptarme a mí mismo, he dejado tras de mí los espejos mentirosos que engañan sin piedad.

No, no me estoy volviendo viejo, me estoy volviendo asertivo, selectivo de lugares, personas, costumbres e ideologías.

He dejado ir apegos, dolores innecesarios, personas, almas y corazones, no es por amargura es simplemente por salud.

Dejé las noches de fiesta por insomnios de aprendizaje, dejé de vivir historias y comencé a escribirlas, hice a un lado los estereotipos impuestos, dejé de usar maquillaje para ocultar mis heridas, ahora llevo un libro que embellece mi mente.

Cambié las copas de vino por tazas de café, me olvidé de idealizar la vida y comencé a vivirla.

No, no me estoy poniendo viejo.

Llevo en el alma, lozanía y en el corazón la inocencia de quien a diario se descubre.

Llevo en las manos, la ternura de un capullo que al abrirse expandirá sus alas a otros sitios inalcanzables, para aquellos que sólo buscan la frivolidad de lo material.

Llevo en mi rostro, la sonrisa que se escapa traviesa al observar la simplicidad de la naturaleza, llevo en mis oídos el trinar de las aves alegrando mi andar.

No, no me estoy volviendo viejo, me estoy volviendo selectivo, apostando mi tiempo a lo intangible, reescribiendo el cuento que alguna vez me contaron, redescubriendo mundos, rescatando aquellos viejos libros que a medias páginas había olvidado.

Me estoy volviendo más prudente, he dejado los arrebatos que nada enseñan, estoy aprendiendo a hablar de cosas trascendentes, estoy aprendiendo a cultivar conocimientos, estoy sembrando ideales y forjando mi destino.

No, no es que me esté volviendo viejo, por dormir temprano los sábados, es que también los domingos hay que despertar temprano, disfrutar el café sin prisa y leer con calma un poemario.

No es por vejez por lo que se camina lento, es para observar la torpeza de los que a prisa andan y tropiezan con el descontento.

No es por vejez por lo que a veces se guarda silencio, es simplemente porque no a toda palabra hay que hacerle eco.

No, no me estoy poniendo viejo, estoy comenzando a vivir lo que realmente me interesa.

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