Por
Elsa de Ramírez
Conocí a la distinguida
escritora doña Aida Castañeda y al licenciado Samuel Villeda Arita cuando formé
parte de la Junta Directiva de la Sociedad Literaria de Honduras (Soliho). Volví
a encontrarme con él, nuevamente, cuando tuve la honrosa oportunidad de recibir
el título de Licenciada en Comunicación Social y Pública, ya que este ilustre
caballero de la literatura y la psicología integró la terna examinadora que me
evaluó para optar al título aludido.
Estábamos realizando inventario
de nuestra biblioteca, cuando sorpresivamente volví la mirada hacia la
maravillosa obra que lleva el nombre de esta columna, contentivo de 15 cuentos:
Si se pudiera congelar el tiempo, El anciano, La verdad, Rosario, El mejor
regalo, Racismo Maternal, Un amigo peligroso, La Respuesta, El niño descalzo,
La calumnia, Lirios del mal, El error, “Me da jalón, ¿señor?, Era un día lunes
y El león de oro. Autora Aída Castañeda _editado en 1995_.
La licenciada Castañeda nació
en la histórica ciudad de Gracias, Lempira, otrora asiento de la Audiencia de
los Confines, que con la Capitanía General en Guatemala y el Virreinato en
México, constituían la parte más importante para el reino de España durante la
época de la Colonia. Esta prolífica dama,
de su talento, nos ha ofrecido, además de este libro otras interesantes
publicaciones como los cuentos infantiles Senderos de la infancia, De la tierra
al cielo y El Tío Bernabé entre otros, que reflejan el auténtico valor de su vocación
literaria.
Doña Aída expresa en el mismo:
“ni más ni menos _Si se pudiera congelar el tiempo_, ni más ni menos así, como
quien se detiene a saborear un fruto, o a sentir la ternura que conmueve o a
sumergirnos en la explosión magnífica de un suceso divino.
Sin duda alguna en esas seis
palabras que le sirven de título a este libro, señala, no solamente la razón de
vivir, sino el apego a la vida desde el momento máximo de Dios ante los
hombres.
Sin embargo, en el discurso de
los quince relatos que conforman esta obra, desfilan tanto los problemas que
más afligen a la sociedad en que vivimos como la forma de combatirlos y, cuyo
final a veces, cae por su propio peso.
En síntesis, la escritora
Castañeda ya sabe lo que quiere, su brújula y timón es el espíritu y el medio
geográfico, las trombas y los huracanes.”
Esta bellísima obra fue prologada
en agosto de 1994 por el poeta y Licenciado en Psicología don Samuel Villeda
Arita quien expresó lo siguiente: “El sólo nombre; _Si se pudiera congelar el
tiempo_, induce a nuestra imaginación a abordar una trayectoria retrospectiva y
detenerse en el paraje donde crece la ansiedad sitiada. Es el deseo de volver
al pasado, para poder vivir la permanencia de un instante; es decir de una
experiencia.
Continúa expresando el
licenciado Villeda Arita… Este libro contiene relatos trascendentales que están
relacionados íntimamente con hechos reales. Por eso tiene fuerza psicológica
importante y, por lo tanto, identidad humana. Ahí radica su valor literario.
Lo anterior se refuerza con el
lenguaje sencillo y los desenlaces, que en su mayor parte son sorpresivos, se
enmarcan dentro de lo posible o real. Si a esto le agregamos que la descripción
lineal del tema, se mantiene en un avance armónico y continuo, llevando al
lector por los caminos del interés, hasta el desenlace, se puede asegurar que
estamos ante una narrativa, significativamente valiosa.
Todos los temas tienen un
contenido altamente humano, lo que los hace en cierta manera, universales. Algunos
se enmarcan en vivencias o aparentes vivencias de su autora: Aida Castañeda,
esto no le quita ese valor, por cuanto son hechos de germinación local, pero
con un valor intrínseco universal, porque mucha gente ha experimentado
situaciones similares, o por lo menos, es material informativo que ha procesado
su conocimiento. En ellos se sintetiza profundidad humana dentro del campo
sicosocial traducido en el sufrimiento, la crueldad, las ilusiones, el odio
racial, la vagancia, el hambre y la miseria como producto de una paternidad
irresponsable, la prostitución como generadora del SIDA, la enfermedad del
siglo. Y estos elementos son iguales para todos y despiertan reacciones
emocionales similares. Si el disparo narrativo hiere la sensibilidad o estimula
las ideas del lector, entonces, el escritor ha logrado su objetivo, y, en consecuencia,
lo narrado es bueno.
Ya no son los tiempos de
ceñirse a rígidas estructuras descriptivas, con un marcado interés en la
búsqueda de elementos que satisfagan los deseos del ser humano, lo importante
es mantenerse abierto a la comunicación. Por eso encuentro en _Si se pudiera
congelar el tiempo_, un valor intrínseco, libre de apariencias y con expresión
legítima de sustancia.
Aprender a llegar al lector,
aprisionarlo y conducirlo interesado por las veredas de lo escrito, es el reto
que debe enfrentar un escritor. Al leer este libro, se experimenta eso.”
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